Ser vegano como medida para frenar el cambio climático

En este blog suelen encontrarse multitud de artículos que proporcionan información al respecto de las energías que facilitan el uso de la calefacción y demás comodidades. Y de igual manera, también facilitamos información sobre las alternativas más rentable para los combustibles fósiles. No es la primera vez que nombramos la biomasa, la energía solar y la eólica, entre otras porque desde curso de instalador nos gusta manteneros al tanto de todo aquello relacionado con nuestra área del conocimiento y trabajo. 

Por esa razón, puede parecer interesante hacer una pequeña introducción al veganismo, puesto que, al parecer, al igual que los molinos de viento y las placas solares, reducir el consumo de productos de origen animal puede llegar a solventar o reducir en gran parte las emisiones a la atmósfera. A continuación, os mostraremos todos los detalles al respecto. 

El movimiento vegano surgió en los años 40 cuya finalidad fue la de distanciarse y diferenciarse del vegetarianismo. Actualmente existen varias disputas respecto a si es un movimiento legítimo o no, puesto que, en esencia, funcionan igual y siguen los mismos propósitos: eliminar la explotación y el sufrimiento animal.  

Para comprender esto algo mejor, realizaré una breve aclaración. 

• El vegetarianismo negaba el consumo de cualquier producto de origen animal, siendo carne la materia prima principal y, por ejemplo, los lácteos como una materia también proveniente del animal. 
• El veganismo surgió posteriormente en la etapa posmoderna, es decir, en la actualidad, y posee los mismos principios. La diferencia más importante es que un movimiento prioriza la salud de los individuos e incita a no comer productos animales por el bien de uno mismo (vegetarianismo). En cambio, el veganismo incita a negar el consumo de estos productos por el bien de los animales. 

Esta aclaración me ha parecido oportuna puesto que pondré ambos movimientos de ejemplo para lo que mencionaré en este artículo, puesto que, sin importar el motivo, el efecto final es el mismo. 

Actualmente tanto la producción animal, como la de alimentos para estos generan problemas más que notables en nuestro planeta.  

Por un lado, la tala de bosques tiene como una de sus motivaciones el preparar y sembrar terrenos para la cosecha y creación de alimentos para las reses. Por otro lado, la sobrepoblación de animales de granja provoca grandes daños a la atmósfera puesto que los gases que expulsan las vacas contienen metano. 

Puede que resulte ciertamente, algo alarmista pensar que las vacas están destruyendo el planeta “a base de pedos” pero los datos en conjunto son más esclarecedores. Una vaca expulsa unos 200 gramos de metano al día y eso equivale a 5 kilogramos en unidades de CO2. Esto supone que, según datos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la Agricultura, cada año todas las vacas del planeta liberan a la atmósfera 100 millones de toneladas de metano que tienen el mismo efecto que 2 500 millones de toneladas de CO2.  

¿Qué resultado tenemos? Muchas menos hectáreas de bosques que facilitan la transformación del dióxido de carbono en oxígeno, es decir, tenemos menos herramientas para frenar las excesivas emisiones. Y en su contraparte, una sobrepoblación de animales que generan toneladas de metano a la atmósfera.  Menos escudos y más lanzas en contra. 

A partir de aquí creo que es fácil suponer qué es lo que piensan los integrantes de los movimientos mencionados antes. No solo justificar sus acciones en los derechos de todos los seres vivos del planeta sino además en nuestra propia existencia, puesto que son datos la mar de aterradores. 

Por supuesto, las elecciones son personales y aún queda en el aire que una reducción de estos hábitos alimenticios acabe marcando la diferencia. Además, con reducir algo el consumo ya se estaría ayudando al masificado mundo en el que nos encontramos, por lo que cada granito de arena siempre será visto con buenos ojos. Buenas noches y buena suerte. 

José Francisco Bullón Molina 

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