Los errores al reciclar se corrigen en las plantas de selección

Los contenedores amarillos, como todos sabemos, son usados para depositar en ellos todos los plásticos que no necesitamos.

Sin embargo, por equivocación, llegan paraguas, cestas de plástico, cintas de VHS, teléfonos móviles, sillas de playa y ropa a las plantas de selección para el reciclaje de los residuos depositados en los contenedores amarillos.

Esos desechos conocidos como ‘impropios’ son los que no se colocan en el contenedor correcto.

Aunque año tras año ha crecido el compromiso de los ciudadanos en reciclar, en 2020 estos residuos alcanzaban el 28,6%.

En España, 97 plantas criban lo vertido en los más de 385.000 contenedores amarillos, asegurándose de separar cada tipo de residuo.

Patricia Ramos-Catalina, responsable en la oficina técnica de la organización Ecoembes en la Planta de Selección de Envases de Colmenar Viejo, asegura que en esas instalaciones, por ejemplo, el 40% de los desperdicios que les llegan están equivocados.

Por las cintas transportadoras de estas instalaciones pasan objetos de todo tipo, como restos de árboles, juguetes de goma, tumbonas y, sobre todo, ropa.

Estos residuos son muy diferentes a los que deben depositarse en el contenedor amarillo, que son envases de plástico, entre los que se engloban los llamados materiales PEAD (botellas de detergente), PET (botellas de agua), PEBD (bolsas y guantes de supermercado), poliestireno, como las bandejas de corcho blanco, y plástico mezcla.

El porcentaje tan alto de desechos equivocados demuestra lo importante que es contar con plantas de selección, las cuales están repartidas por toda la geografía española.

Estas plantas de selección son centros que cuentan con personal especializado que clasifica de forma manual o mecánica los materiales, preparándolos para su posterior reciclado.

Una segunda vida

Todo lo depositado en los contenedores repartidos por 76 municipios de la Comunidad de Madrid va a parar a la planta de Colmenar Viejo.

Los camiones cargados de residuos recolectados en la vía urbana o procedentes de plantas de transferencia, cada día vienen y van desde las distintas ciudades y pueblos hasta la denominada playa de descarga, donde vuelcan todo el contenido.

Ayudados por distintas máquinas elevadoras, los operarios de la planta van depositando los residuos en una tolva, que se encarga de ir dosificando los materiales que van cayendo a la cinta transportadora.

Después, en la cabina de triaje de voluminosos, varios operarios van retirando manualmente los objetos y materiales más grandes, como sillas de plástico o que han acabado ahí por error, como prendas textiles.

A continuación, unas cuchillas abrebolsas desgarran el plástico de las bolsas de basura para continuar con la selección. Se separa el material orgánico y un gran ventilador retira el film de plástico para evitar que se enrede en los mecanismos.

Los desechos van cayendo a través de diferentes mallados que los agrupan por tamaños y materiales. Entonces, un separador , se encarga de clasificarlos por densidades-

En este punto de la cadena, distintas máquinas de separación óptica dividen materiales como los distintos tipos de plásticos, que son detectados por infrarrojos.

En función de la longitud de onda infrarroja, se determina la naturaleza y el color del material, información que es rápidamente procesada por un software programado.

Este software selecciona el producto para que unos sopladores de aire comprimido lo aparten de la cinta transportadora.

Cada uno de los materiales acaba en un almacén en el que se prensa su contenido hasta convertirlo en balas monomateriales de 200 kilos que se agolpan a la entrada de la planta.

El destino de estos bloques cúbicos son las fábricas recicladoras, encargadas de darles una segunda vida a estos materiales como materias primas.

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Nerea Serrano Ruiz